Acabo de terminar el breve ensayo de John Zerzan Futuro Primitivo.
En éste se señalan cuestiones muy interesantes y hay reflexiones pertinentes sobre nuestra condición y nuestro forma de ser en el mundo contemporáneo. A este respecto, me parecen de una enorme importancia las aportaciones sobre el estigmatizado y despreciado “salvajismo” de nuestra era prehistórica así como la deconstrucción de ciertos mitos. Mitos como la supuesta división sexual del trabajo o la precariedad existencial de aquellas modalidades de existencia humana, desprovista de las tecnologías contemporáneas y que, recordemos, duró 300 000 años como mínimo para el Homo Sapiens y 2 millones desde la aparición del primer ser humano. El sacar a la luz que las sociedades primitivas son sociedades de la abundancia y no de la escasez también fue mérito del etnólogo Pierre Clastres, que estudió y vivió con los indígenas de América Latina.
Dicho esto, el resto de axiomas, presupuestos ideológicos, epistemológicos y proyecto político que defiende Zerzan son, a mi modo de ver, altamente criticables. Muchas de las ideas que recorren el ensayo son ideas comunes a ciertos pensamientos ecologistas y a
ciertas formas de afrontar nuestra realidad cotidiana. El principal axioma del que parte Zerzan -y que es común a muchas corrientes ecologistas- es la oposición entre la naturaleza y la cultura o mundo artifical humano. De esta manera, se nos presentará a la Naturaleza como ese ente equilibrado y con procesos y ritmos biológicos propios del cual formaba parte el humano prehistórico y se nos presentará a la cultura/civilización como un elemento perturbador de esa armonía natural. Es interesante que Zerzan llegue hasta el final de su lógica argumentativa y que, al rechazar la civilización, rechace también las matemáticas (argumentará que los números son creaciones artificiales para poder contabilizar las cosechas, es decir, la numeración sería un instrumento para poder dominar a la Naturaleza) y el lenguaje (base de la cultura simbólica y de la domesticación tanto de la naturaleza como del ser humano).
Zerzan y el ecologismo también tienen un punto de encuentro importante en la idea según la cual el hombre primitivo (y, por extensión, las tribus indígenas que todavía perviven en ciertos lugares del globo) viven respetando la naturaleza y que está en equilibrio con otras especies. Es bastante común hoy en día el seguir estableciendo el binario natural/cultural. En muchas conversaciones de bar se oye el “esto no es natural” o el “esto va contra la naturaleza”. Zerzan va hasta el final de dicha oposición de la modernidad -que propio es de nuestro pensamiento occidental y moderno el querer establecer todo el rato binarios opuestos: hombre/mujer, izquierda/derecha, homosexual/heterosexual, cultural/natural, bien/mal- para hacer una apología de una mistificada condición pre-civilización, pre-histórica.
El problema del planteamiento naturalista y primitivista es que quiere negar o se niega a reconocer que no hay ningún opuesto a la naturaleza. Pero, todavía más grave, es el querer otorgarle a la Naturaleza una categoría metafísica, trascendental y teológica. Tenemos la impresión de que hay una “voluntad” del dios naturaleza ante la cual nos habríamos sublevado, intentando imponer nuestro propio poder. Y ya sabemos que a los dioses no les gusta nada la pretensión y arrogancia humanas. Responderán con furiosa cólera, ya sea como cuando se erigió la torre de Babel en la tradición judeo-cristiana, ya sea como cuando Níobe ofendió a Apolo y Artemis o como cuando Prometeo desafió al destino en la mitología griega. Muchos mitos griegos dan buena cuenta de lo que ocurre cuando se desafía el poder de los dioses. Cada vez que Zerzan o algunos ecologistas hablan de que se alteran los ritmos y procesos naturales parece que nos estén amenazando como si fueran profetas del dios naturaleza: “cuidado, no despertéis ni enfadéis a dios, que entonces caerá sobre vosotros la maldición eterna”(la destrucción del planeta vamos). Ojo, no estoy haciendo apología de la destrucción de nuestros medios naturales, simplemente estoy criticando que haya tal cosa como una voluntad detrás de los procesos que se dan en nuestro entorno.*
Aquí radica una de las esencias conservadoras, siempre represivas: “puedes hacer todo lo que quieras hasta este punto”. Toda ideología conservadora te va a poner un límite. Por ejemplo, en la actualidad, puedes investigar las células madre y tal y tal pero CUIDADO hasta cierto punto, no me vayas a clonar un ser humano (en verdad, cuando se dice esto, parece que se quiera decir: “no investigues hasta este punto no vaya a ser que descubras el secreto de la vida“). Todo movimiento e ideología conservadora, que atraviesa a izquierdas y derechas, siempre busca imponerte un límite en tu comportamiento y en tu pensamiento. Lo peor no es esto, lo peor es que dicho límite siempre se establece en base a un criterio que nos remite a una entidad supranatural y trascendente a nosotrxs (normalmente Dios, pero puede ser sus formas secularizadas y deformadas, tales como la Nación, la Historia o, en el caso que nos ocupa, la Naturaleza en sí).
Como matamos al dios cristiano le hemos tenido que sustituir por un nuevo dios. En el caso de Zerzan y de muchos ecologismos este nuevo dios se llama Naturaleza. No deja de ser gracioso que anarquistas confesos se deban tanto a entidades que ellos mismos constituyen como suprahumanas para justificar ciertas actitudes y formas de ser en la Tierra. En vez de partir de la base que formamos y somos parte de una única sustancia causa de sí misma, parece que se nos presente como a parásitos externos a la naturaleza, como si fuéramos extraterrestres que hemos venido desde un afuera para contaminar un adentro de la madre Tierra. En sus formas más sofisticadas se dirá que evidentemente sí que somos parte de la Tierra y parte de una misma y única sustancia, pero nuestra cultura y civilización serán entonces el elemento externo, ese afuera, esa alteridad que tanto contamina y extermina a la identidad pura de la Tierra.
Si el pensamiento de Zerzan, mal que le pese, es puramente postmoderno es por una razón muy sencilla: Zerzan construye un pasado perfecto, puro, en el cual, además, descubrimos la esencia de la Natureleza (pues los ordenadores y demás son tecnologías artificiales que nada tienen que ver con la naturaleza), descubrimos la identidad pura de la natureleza. Es un movimiento de regresión histórica. Establece un punto en el pasado, como hacen los fundamentalistas religiosos, no contaminado por la civilización (eje del mal). No quiero caer en un binario más (humano prehistórico-humano civilizado), opino que no hay tal cosa como un humano pre-social o pre-civilizado. Opino que hay modalidades distintas de la existencia social del ser humano en la Tierra. No hay ningún progreso en cuanto especie, aunque haya sofisticación tecnológica. Para cada momento histórico dado y específico se dan una serie de contextos, circunstancias y potencialidades distintas. Coincido con Zerzan en que no habría que hablar del pasado pre-revolución del neolítico como algo inferior, atrasado o peor. El problema de Zerzan es que recoge por la mano derecha aquello que soltó por la izquierda. Cae de esta manera en el mismo juego del pensamiento hegemónico contemporáneo.
Zerzan invierte las dos partes de la ecuación. Si el pensamiento dominante nos dice que hay dos eras bien distintas y diferenciadas (era pre-histórica y era histórica que nace con la revolución neolítica) y que la segunda era es el progreso, lo bueno y el “bien”, Zerzan deconstruye y crítica esta visión para hacer un movimiento simétrico pero invertido : hay dos eras -la prehistórica y la post-neolítico- pero la segunda es la mala y la primera es la buena y a la hay que volver. Esta primera era se caracteriza por ese supuesto respeto a una naturaleza endiosada.
La naturaleza en esa era es entonces cambiante, sí, espontánea, sí, pero tiene unos ritmos y unos procesos muy determinados que ayudan a mantener un cierto equilibrio. La pregunta que nos asalta es evidente…¿Equilibrio de qué? La idea de equilibrio es puramente ficcional, es una representación que nosotrxs mismxs nos forjamos para construir maneras de interpretar el mundo. A Zerzan habría que recordarle que la naturaleza y la Tierra se caracterizan por un desequilibrio bastante permanente, en el cual movimientos tectónicos, inversión de polos, erupciones volcánicas, tsunamis, lluvias de meteoritos, extinciones, son bastante bastante comunes. La formación de los continentes es algo tan tremendo que cuesta de imaginar, mucho más bestia que cualquier transformación que los humanos hayamos podido hacer en nuestro entorno. De todas maneras no entro en este campo, no me interesa tanto el grado y la intensidad en la cual modificamos nuestro entorno pues todas las especies lo hacen. Lo interesante es saber nuestro umbral, no lo niego, para nuestra propia supervivencia, que no la supervivencia del planeta como argumentan ciertos ecologistas. Ya podemos tirar miles de bombas atómicas que simplemente destruiremos nuestro hábitat natural pero la Tierra continuará, una mutación y una extinción más, que se sumará a las 5 que ya ha habido. Seremos la herramienta de la sexta gran extinción, la Tierra, la Naturaleza no sabía como provocar una nueva extinción y nos creó a nosotrxs para poder realizarla. Muy bien. Este argumento sería simétrico y paralelo al de Zerzan, aunque para Zerzan la voluntad natural es vista como buena, equilibrada y positiva.
La naturaleza, de la cual el ordenador en el que escribo emana, es pura multiciplidad y pura transformación continua. NO hay ningún orden preestablecido de como deben de ser las cosas. Todo cambia, se adapta o no, todo muta, todo se transforma, aunque se sigan ciertos patrones en ciertos casos, las reglas cambian de un día para el otro. El oxygeno fue sintetizado por bacterias y era muy tóxico, ahora es la base de nuestra vida.
La tecnología, la arficialidad, la cultura simbólica, el lenguaje, las matemáticas, los cyborgs, los robots, los coches etcétera son otras modalidades y expresiones de la naturaleza múltiple en la que vivimos. No hay una frontera entre lo cultural y lo natural. Aunque haya habido un salto tecnológico, no se entiende muy bien porque para Zerzan es tan clara la distintición entre herramientas que utilizaban los antiguos humanos y las que utilizamos ahora. Antes y ahora cambiamos el entorno. Las abejas cambian el entorno, polinizan (y si dejan de existir cambiará nuestra modalidad de existencia irreversiblemente) las avispas son capaces de construir y erigir algo tan complejo como un enjambre, o las hormigas un hormiguero, o los pájaros un nido. Todo ello son efectuaciones de potencias animales, son cambios en los entornos, que a veces los “desequilibran” y provocan pequeños y grandes colapsos. Otras veces no. La pregunta es porqué una estructura tan compleja como una colmena sería más natural que un edificio de una gran capital. Aunque la forma de sintetizar los materiales puestos a nuestra disposición sea distinta la pregunta creo que suele apuntar y se torna más interesante en lo estético y lo habitable para nosotros mismos de dicho edificio. No es que sea natural o no, la pregunta es si queremos y si realmente deseamos vivir en ellos (pero porque las arquitecturas y los planes urbanísticos están inscritos en tecnologías específicas del poder).
Zerzan cae en una especie de contra-mitificación humana. Se cree tanto la fuerza y el poder del ser humano que lo mitifica igual que lo mitifica un neoliberal contemporáneo. Lo que cambia es la forma moral de esa mitificación. Para Zerzan, el humano es tan fuerte y tan potente que habría ganado temporalmente una batalla contra la naturaleza (hasta que colapsemos, pero le hecho es el mismo, la habríamos ganado, total colapsar colapsaremos tarde o temprano, ya sea por acción propia o por omisión y entonces el Sol se encargará del trabajo con una espectacular y magnífica supernova). En cierta medida, la civilización humana sería el mismo cuerpo de Satanás.
Por otro lado, aunque la crítica a como la civilización se ha construido en base a ciertos tipos de poderes y en beneficio de ciertas personas privilegiadas, no hay un único centro del poder y una relación estática y que fuera de arriba a abajo del mismo. Las resistencias se han dado siempre y se siguen dando y nos seguimos reapropiando y seguiremos luchando por lo expropiado. Son nuestras luchas políticas.
Hemos entrado en una etapa de artificialidad intensificada, con más prótesis y con más extensiones tecnológicas que intensifican la relación del humano con la máquina. Entramos en pura convergencia y síntesis, al igual que estamos en simbiosis con el resto de especies y plantas. Comparto la crítica que se debe realizar al uso de las tecnologías, que nacen en estructuras de poder determinadas y en modelos de producción, reproducción y circulación capitalistas. Pero la estrategia de Zerzan que es de rechazo absoluto es contradictoria con su propia experiencia y acción aunque puede señalarnos ciertos límites y ayudarnos a deconstruir muchos conceptos e ideas que damos por válidas acríticamente. Si una revolución anarco-primitivista triunfara sería una de las mayores producciones culturales y tecnológicas que habríamos visto nunca.
*El ecologismo me parece un movimiento político imprescindible en los tiempos que nos ha tocado vivir. El respeto al medio ambiente, de todas maneras, no se debe indexar en base a una moral o a un respeto a algo que estuviera jerárquicamente posicionado por encima de nosotros (la Naturaleza por ejemplo), sino en base a una lucha política contra una estructura de producción, reproducción y distribución/circulación que destruye nuestro propio hábitat como especie. Esto implica también algo tan fundamental como el respeto hacia otras especies, sin las cuales nosotros no existimos (el caso paradigmático sería el de las abejas, luchamos por ellas porque estamos luchando por nosotros mismos). La máquina capitalista, la producción del valor por el valor, se ha posicionado por encima de nuestros intereses como especie y es en este punto donde la lucha política por el medio ambiente me parece primordial. Este posicionamiento está lejos de querer hacer esta lucha por una moral ecológica, como si la Tierra tuviera un espíritu o una voluntad superior a nosotros, ni nosotros estamos por encima de ella ni ella por encima de nosotros, estamos en completa sintonía (de ahí que la hayamos transformado y que sigamos con vida, de ahí que ella misma se transforme y nosotros nos adaptemos a ella, como el resto de especies, y si nosotros desaparecemos por causas nuestras -que puede ser- será por culpa del capitalismo y no de la civlización o del ser humano.
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